domingo, 6 de mayo de 2012

Y tú, ¿qué haces para escribir?

He estado pensando (uuuuuuoooooooh, novedad ¬¬), todos somos animales de costumbres, todos tenemos hábitos o, si queréis, truquitos para escribir. Unos tienen que escribir siempre en un mismo lugar, otros con un boli azul porque con el negro es imposible (malditos racistas literarios), etc.
¿Y yo?
Yo también tengo lo mío.
Para escribir siempre hago lo mismo: me pongo música a un volumen bastante aceptable y me siento. Pero claro, no cualquier música. En la película La flaqueza del bolchevique Luis Tosar escucha Extremoduro pero lo hace para no pensar en nada, no porque le guste. Yo es casi al contrario; me pongo cosas que me encanten. Entonces es cuando sucede la magia. Si lo que estoy pensando es suficientemente bueno como para oírse en mi cabeza por encima de la música, significa que merece ser escrito. Y ya está, me dejo llevar, me fío de lo que me dicta mi mente. Ya está.
Permitidme ilustrar la entrada con lo que puedo escuchar. Aunque la verdad es que casi siempre me pongo el álbum Greatest Hits de 2pac, pero no siempre.


Diálogo

Oh, oh, oh

 (Se ve el interior de un coche, un utilitario de cinco puertas. Se abren todas a la vez y entran cuatro hombres con una bolsa a toda prisa y con pasamontañas. Todos entran gritando eufóricos).

Arturo (sentado de copiloto): Jajaja, ¡enorme muchachos! Bors, llévanos lejos de aquí antes de que esto parezca una granja de cerdos.
(Pasan un rato más vitoreando y felicitándose).
Arturo: Bien caballeros, yo creo que ya podemos quitarnos esto.
Tristán (sentado detrás de Arturo): Ah, qué gusto. Esto debe ser lo que siente una almeja cuando le quito las bragas a su dueña.
Lancelot (detrás del piloto): Jaja, ¡será guarro! ¿Y tú qué? ¿Nunca has pensado en cómo se sienten tus pequeñas cuando las liberas?
Tristán (agarrándose el paquete): Estas grandullonas, señor Lancelot, van siempre libres como el viento, viven libres de ataduras y obstáculos.
Arturo: En serio Tristán, nunca dejarás de sorprenderme. Pero bueno señores, pasemos a cosas algo más serias.
Lancelot (interrumpiéndole): No, no, no. Quiero saber una cosa. Tristán, ¿no sientes que así estás, no sé, desprotegido? En fin, a mí es que me molestaría hasta el ver volar una mosca cerca de mis huevos por si se le ocurriera hacer un aterrizaje de emergencia.
Tristán: Prefiero una agradable ventilación a confiar la integridad de mi aparato a una tela de fabricación china de 0,5 milímetros de grosor.
Bors (va conduciendo): Ese hijo de puta tiene un punto con eso.
Tristán: ¿A quién llamas tú hijo de puta maldito maníaco? Mi madre es una jodida santa.
(Bors suelta el volante y se vuelve a mirar a Tristán con cara de loco)
Bors: me importa una mierda cómo te dirijas a mí. ¿Quieres que salgamos despedidos por un lado de esta mierda de carretera?
Arturo: Ya está bien Bors, coge el volante.
Bors: ¡¡No!! Antes quiero que esta maricona me pida perdón.
Lancelot (nervioso): Vamos hombre, que solo era una broma.
Tristán: Está bien Bors, coge el volante.
Bors (gritando como un energúmeno): ¡Pídeme perdón o nos vamos todos y lo que quiera que haya en esa maldita bolsa a tomar por culo!
Tristán: Está bien, lo siento, ¿vale? Ahora haz el favor de coger ya el volante. Dios, me late el corazón más fuerte ahora que durante el robo. Es que ya sabéis que no aguanto que nadie hable así de mi madre.
Arturo: De todas maneras Tristán, lo de Bors no era más que una forma de hablar. No puedes ponerte así por una tontería.
Lancelot: ¿Y a ti qué coño te importa cómo se ponga nadie?  Que yo recuerde nadie te ha nombrado el jefe de nada pero tú siempre estás diciéndonos qué debemos hacer y encima ahora nos dices hasta qué no debemos hacer.
Arturo: No soy el jefe. No hay ningún jefe. Fue lo primero que acordamos.
Lancelot: Ni tú te lo crees. Todos aceptamos este encargo pero solo tú sabes qué hay en esa bolsa, ¿por qué será? ¿No confías en nosotros o qué?
Arturo: Eso no es cosa mía. Las que nos contrataron pensaron que cuantos menos de nosotros supiéramos lo que hay ahí dentro mejor.
Tristán: Ey, ey, ey, para el carro. ¿Las? ¿Has dicho las? ¿Me estás diciendo que estoy trabajando para un puñado de hormonas camufladas en carne paridoras?
Lancelot: Eso es, ¿qué más n nos has contado?
Arturo: Eso da igual, nos van a pagar un millón de euros a cada uno y solo por robar una bolsa de nada.
Lancelot: Y una mierda. Ese es el precio que tú nos dijiste, seguro que a ti te prometieron algo más.
Arturo: Si contaron conmigo por algo será, ¿no? No me partí el lomo todos estos años en trabajos de mierda para nada. No hay jefes pero alguien tenía que llevar las riendas de todo esto.
Lancelot: ¡Ahá! ¡Al fin salió!
Arturo: ¿Qué salió?
Tristán (hablando como para sí mismo): Maldita sea, ya me lo decía mi madre, no te fíes de nada que sangre durante cinco días y no se muera.
Bors: Ya está bien, dejad que se explique.
Arturo: Bien, si tanto insistís os lo diré. (Hace un gesto de pedir permiso a Lancelot). ¿Me permitís?
Lancelot: Payaso.
Arturo: Lo que tenemos aquí caballeros no es ni más ni menos que el primer y único prototipo de la primera bomba de ozono.
(Los otros tres miran la bolsa y se separan todo lo que pueden de ella de un salto).
Bors: ¡Y una mierda! ¿Qué es eso y para qué lo quiere nadie?
Arturo: Caramba Bors, pensaba que de aquí eras el que menos temerías estar tan cerca de una bomba.
Bors: No me vaciles Arturo. Me da igual lo que me pase a mí, pero no me gusta que se haga daño a nadie que no lo merezca. Y eso no parece hecho para hacer cosquillas.
Tristán: ¡Mierda, mierda, mierda! ¿Véis lo que os decía antes de no fiarse?
Lancelot: Arturo, esto es muy serio, ¿quién es esa gente y para qué quieren esto?
Arturo: Su objetivo final ni lo sé ni mi importa. Un millón de euros es lo que sé.
Bors: Eso es lo que vale nuestra conciencia.
Lancelot: ¡Eso es lo que vale nuestra puta alma! Pero, ¿qué estamos haciendo? Deshagámonos de esto. ¿Quién está conmigo?
Tristán: Yo.
Bors: Y yo. Dejémosla escondida en cualquier sitio y llamemos a la poli desde una cabina. A saber qué se puede hacer con eso.
(Arturo saca dos revólveres y apunta con ellos a Tristán y Lancelot).
Arturo: Bien caballeros, ahora sí que mando yo le pese a quien le pese, ¿has oído Lancelot?
(Lancelot asiente asustado).
Arturo: Bors, suigue conduciendo hasta el punto de entrega que habíamos acordado. Y esto, señores, esto, cambiará la guerra tal y como la conocemos. Es un arma casi soñada. Al ser detonada libera una cantidad inmensa de gas ozono en un radio de cincuenta kilómetros a la redonda.
Bors: ¿Y eso para qué mierdas sirve?
Arturo: Eso, caballeros, sirve para conquistar. Conquistar minimizando los gastos en la reconstrucción del lugar del impacto.
Tristán: No lo entiendo, ¿cómo se supone que funciona eso?
(Lancelot hace amago de abalanzarse sobre Arturo para desarmarle pero este amartilla el revólver y Lancelot se detiene y vuelve a su sitio).
Arturo: Ah, ah, ah mi pequeña rata, yo que tú no lo haría. Bien señores, si me permiten continuar... Bien, el ozono, aunque no lo sepáis mis ignorantes, es O3. Si una gran cantidad de este gas es aspirada, sustituye al O2 en sangre y la muerte llega casi al instante. Además no es lo suficientemente volátil como para provocar una explosión, por lo que los desperfectos estructurales en los edificios son mínimos.
Bors: Eres un maldito cobarde, si pudiera te...
Arturo (encañonándole): ¿Me qué, eh? Vamos valiente, solo dame una excusa.
Lancelot: ¡Maldita sea estás chiflado! Déjanos ir, no le contaremos nada de esto a nadie.
Tristán: Eso es, a nadie, lo juro por mi madre, Arturo en serio, por favor.
Arturo: Como comprenderéis no puedo hacer eso. Como bien apuntó Lancelot antes me juego más que un millón de euros.
Lancelot: ¡Mierda lo sabía! ¿Qué tienen para ti?
Arturo: Jajaja, en fin, ya que lo quieres saber...
(Bors suelta las manos del volante, cierra los ojos y miera hacia el cielo).
Arturo: ¡Coge ahora mismo el volante maldito loco! ¡¿Me oyes!?
Bors: Por nuestros actos nos conocerán.
(Se apaga la luz y se oye el ruido de ruedas chirriando, acto seguido se oye como se rompen hierros y cristales, solo queda el ruido de un intermitente).

domingo, 25 de marzo de 2012

Conferencia de Fermín Cabal

Corta y pega. Follar. Casi todo el mundo parece que se ha centrado en eso y se ha tomado muy literalmente sobre todo lo primero. Bien, no voy a romper con la norma y voy a hablar de lo que entendí yo por cortar y pegar. Antes una aclaración: lo de "cortar" en vez de "copiar" es intencionado, así lo dijo él y mal dicho tampoco está.
 Bien, cuando Fermín Cabal hablaba de cortar y pegar, yo lo tomé como lo que otros llaman "inspiración" (comillas intencionadas). ¿Inspiración? Vaya, la misma que Thierry Ghetta (a.k.a. Mr. Brainwash) cuando empezó a filmar a Banksy y más tarde montó su propia exposición con "sus" propias obras.
LA INSPIRACIÓN ESTÁ SOBREVALORADA
Así de alto lo digo y así de firme lo creo. Quien más presume de inspiración más copia, y esta vez sí, copia, no se inspira y cambia aquí y allá; copia (cof, cof, Coldplay, cof, cof). ¿Es malo fijarse en lo que han hecho los demás? No, así funciona todo, es el motor de toda la ciencia por ejemplo. ¿Tendríamos un Quijote si Cervantes no se hubiera "inspirado" o fijado, incluso tomado prestado lo que llevaba haciéndose desde hacía 200 años? Una vez más, no. 
Luego tenemos la otra cara, la más fea y oxidada de la moneda a mi parecer. ¿Para innovar realmente tienes que crear esas extravagancias ridículas que no hay un dios que las entienda? Pues si es así, me quedo con el corta y pega.
Lo que nos diferencia a unos de otros, en esto del arte, es el estampar nuestra firma, algo que nos diferencie del resto. Puedes inspirarte en lo anterior, pero no lo clones, estámpale tu firma; sé creativo. Creatividad no es lo mismo que inspiración, es mejor, es mejorar lo que ya era bueno y hacerlo increíble.
En el fondo no hay nadie que no corte y pegue.

domingo, 11 de marzo de 2012

Monólogo

Bueno, pues eso, no os lo he dicho pero os lo digo ahora: soy un acojonado de cuidado. Os cuento: a ver, para poneros en situación, imaginad un barrio más o menos de bien... vale, pues justo en el otro extremo donde ya no se ven esos barrios ni entre la niebla estaba yo, yo y medio kilo de... de verde, repartido en dos bolsitas, que tampoco hay que especificar aquí demasiado y darle una escusa a la señora Guardia Civil para que me llamen a casa un día de estos. El caso es que me vi solo, bueno, solo, solo, no, estaba acompañado de cinco hombres de vida de dudosa legalidad, en un piso, en una habitación con una puerta sin pomo y con el ruido de la tele con Manolo Lama y Paco González amenizando la partidita que se estaban echando al FIFA dos de estos "amigos" míos.
Bien, pues estoy tan tranquilo negociando las condiciones de la transacción cuando sin comerlo ni beberlo me sobrevino un señor puñetazo de todavía no sé dónde y lo siguiente que recuerdo es lo frío que estaba el suelo. Claro, me levanté asustado y despacio; "ya está" me dije, "esto me pasa por buscar el dinero fácil, no podía seguir con la gentecilla del barrio poco a poco, tenía que volver donde los mataos estos y jugármela, pues nada, quiero mucho a mi familia, a mi novia, yo qué sé, hasta a mis peces los quiero mucho ahora".
Mirad, lo siguiente fue coger una de las bolsas que llevaba y tirársela en la cara a uno de ellos, con tan buena suerte que se abrió y se pusieron nerviosos. También tuve bastante buena suerte en que la puerta sin pomo a la que me he referido antes se abría de una simple patada. Salí de allí por patas, en la he vida he corrido tanto. Subí a mi coche, metí la llave a la primera, o a la quinta, no me acuerdo, arranqué, salí quemando rueda y me marché de allí a toda velocidad.
Estoy enfilando ya la N-II cuando miro a mi derecha y veo una de las bolsas. Solo me acuerdo de pensar "por esta mierda casi me matan". Claro, tan distraído iba pensando en lo que me acababa de suceder, con el corazón aún en la boca, que no me dí cuenta de que adelantaba a un coche de la policía nacional. Bueno, debí hacer todo el camino hasta Guadalajara delante suyo, porque ya entrando a la ciudad oí la sirena y vi las luces de repente, así que no podían haber venido de muy lejos. "Me han cazado" pensé, "me llevan siguiendo desde que he salido, ya me tenían fichado y me van a pillar ahora". Una cosa os voy a decir: cuando acabas de pasar por lo que yo acababa de pasar, ves a la policía con menos seriedad de la que realmente merecen. Así que nada, me vi fuerte y me metí en la ciudad a intentar despistarlos mientras me seguían. Calles, cruces, nada, no los despistaba. Ponía intermitentes para un lado y me iba para el otro, me salté cedas el paso, me metí en el parking del Corte Inglés, otra vez, nada. Sudando, yo nerviosísimo, agobiadísimo. Yo estoy estudiando, tengo novia, una familia bien, no sé por qué vendía esa mierda. Bueno sí, por dinero, a ver, pero no merece la pena tanto estrés. Y éstos siguen detrás y con las luces.
Desistí, nada más salir del centro comercial, cuando ya me había despedido mentalmente de todos mis amigos, mi novia, mi familia, mis mascotas, cuando ya estaba completamente hundido, me da unos golpecitos en la ventanilla uno de los agentes uniformados. Bajo del coche, cabeza gacha, pongo las manos en posición de "ponme las esposas y acaba cuanto antes" y me coloca el señor agente de la ley entre ellas algo de plástico, redondo, sucio. Un tapacubos. "Un tapacubos", mi mente repetía eso, una y otra vez. Me iba a estallar la cabeza. "Un tapacubos". Y me dice el señor agente: "tío, ¿no te enteras que te estábamos dando el alto? Has perdido el tapacubos en la nacional, es peligroso. Íbamos justo detrás y hemos parado a retirarlo, como te hemos visto otra vez te lo íbamos a dar pero macho, menuda vuelta nos has hecho dar. Toma y ve con cuidado, y ojito con los ceda que... ojito".
Yo: "Gracias".

lunes, 5 de marzo de 2012

Conferencia de Consuelo Triviño

Fue entrar en la sala de conferencias (más comúnmente conocida como el aula 3), empezar a hablar Consuela Triviño y sentir cómo me invadía un aura especial, una positividad emergente de alguien a quien le gusta lo que hace y se le nota, de alguien para quien escribir es más que una forma de ganarse la vida, que también, es una pasión; pasión por la lectura y por la escritura, por conocer, por enseñar, dar y recibir. Eso se nota, no es un discurso aprendido.
Me enseñó (no sé al resto) que si quiero escribir, que escriba, si estoy en edad de escribir, y para escribir no hay edad, que lo haga. Puede que al principio lo haga mal, tenga que depurar la técnica, pero es algo que hay que hacer. Todo escritor tiene que recorrer su propio viaje, el de unos puede ser un viaje de una sola parada, escribir para trabajar siempre haciendo lo mismo y oye, no está mal, es muy digno y puede ser muy bonito; o un viaje de largo recorrido, que no sabes por dónde te va a llevar, que puede ser a veces apacible, a veces turbulento, puedes tener que escribir de oficio, hay que comer, pero puedes probar otras cosas, dar alas a tu imaginación y echarla a volar. Es un viaje que hay que hacer, no te lo pueden contar.
También me sorprendió una obviedad (que se me dibuja clara ahora, antes no me había dado cuenta): el origen de la escritura es la lectura. ¡Flash! Se me encendieron las luces. Claro, esos sabores, olores, formas, colores, esas sensaciones que he sentido leyendo son por las que escribo. Quiero hacer sentir lo que yo sentí, quiero que la gente toque lo que yo describo igual que yo usaba las herramientas que usaba Ayla en las famosas novelas de la colección Hijos de la Tierra de Jean Marie Auel, quiero que quien me lea se pierda como yo me perdí por el Bosque Negro que creó de la nada J.R.R. Tolkien, o que sufran mis lectores y tiemblen de miedo como lo hice yo con el Drácula de Bram Stoker. Todos estos libros y muchos otros me incitaron a escribir, los leía y pensaba "esto lo podría hacer yo", incluso "esto yo lo hubiera hecho así o asá y hubiera quedado mejor". Bien, pues es el momento de coger un boli o de aporrear teclas y ponerse a ello.
Gracias Consuelo si me lees, me has dado un empujoncito que me ha venido muy bien.

domingo, 26 de febrero de 2012

Microcuentos propios y variopintos

Sóplala otra vez, Sam
Todo estaba oscuro, había fuego, chillidos, niños gritando, todo estaba patas arriba, había comida desperdigada por el suelo, los teléfonos no paraban de sonar, de repente alguien me apuntó con un objetivo y me dijo "tu turno". Cerré los ojos, cogí aire y...

Democracia en el Reino Champiñón
Bowser era un idealista, la monarquía no le satisfacía en absoluto. Decidió asestar un golpe de estado y capturó a Peach por el bien de los suyos, por el bien del pueblo. Democracia, solo pedía eso, presentarse a presidente, hacer valer el voto. La opinión pública le favorecía, los koopas son mayoría, no tenían porqué verse doblegados por la tiranía de unos pocos encapuchados. Pero Mario es un mercenario sumamente curtido y habilidoso, y cruel.

Hola
Me puse mi careta de payaso y le dije hola, él me miró también con una extraña sonrisa, como de payaso.